En teoría, no hay razón por la que la decisión del pueblo británicos de abandonar la UE vaya a provocar una paralización de las finanzas a nivel mundial. El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, ha reforzado los mercados dando líneas de liquidez para apoyar el sistema. Ha tomado medidas de liberación de capital en el sistema bancario para que ese dinero se preste a las empresas y consumidores.
También ha prometido más medidas en el futuro. Y la libra se ha desplomado a su nivel más bajo en más de 30 años para ayudar a amortiguar la desaceleración de la economía británica como resultado de la incertidumbre en torno a cuándo y cómo Gran Bretaña saldrá de la UE.
Todo lo que pueden hacer los grandes bancos centrales está cubierto.
Pero al igual que la mariposa de la teoría del caos, el deseo natural de los inversores en una serie de fondos inmobiliarios del Reino Unido de proteger su capital de una recesión potencial nos deja una sensación extrañamente similar a los eventos que provocaron el colapso de Bear Stearns y Lehman Brothers, que desencadenó la Crisis Financiera Mundial.
Eso es debido a que esos fondos ilíquidos no han podido afrontar la retirada masiva de dinero por parte de los inversores particulares que desean proteger su capital.
Así que los individuos, actuando racionalmente, han creado una «Tragedia de los comunes«, que es una situación en la cual varios individuos, motivados solo por el interés personal y actuando independiente pero racionalmente, terminan por destruir un recurso compartido limitado (el común) aunque a ninguno de ellos, ya sea como individuos o en conjunto, les convenga que tal destrucción suceda.
«Ese es el tipo de acción que todo el mundo quiere evitar ya que deteriora la confianza en el sistema financiero», dice Greg McKenna ex jefe de estrategia de divisas de Westpac y NAB.
«Los inversores que no pueden obtener liquidez de esos fondos bloqueados intentarán conseguirla vendiendo en otros mercados. Eso crea presión de liquidez en otros lugares, y pueden provocar un descenso de los precios Esto es exactamente lo que Mark Carney y sus colegas de los bancos centrales están tratando de evitar.
Todo el mundo recuerda el cierre de los vehículos especiales de inversión (SIV) de Societe Generale a mediados de 2007, que dio a entender que algo andaba mal en las finanzas mundiales. Estos cierres fueron seguidos por otras víctimas de mayor perfil ya que se buscaba liquidez en todos los mercados.
Bear Stearns se derrumbó en marzo de 2008 por una serie de problemas y la baja liquidez mundial que finalmente también pesó en el británico Northern Rock, los bancos islandeses, AIG, y claro, Lehman Brothers.
No me malinterpreten. Todavía hay un gran trecho desde la suspensión de los reembolsos de Aviva, Standard Life y The Pru a una crisis financiera completa. Gran Bretaña no es una economía tan grande a la escala mundial, en estos momentos.
Pero la confianza es la piedra angular de los mercados financieros. Por lo que los últimos movimientos de la libra esterlina, el oro, las acciones y las materias primas muestran que los inversores han pasado de la alerta a la alarma.
La libra se ha desplomado recientemente. Una de las razones principales es porque, como país con un déficit por cuenta corriente del 7%, Gran Bretaña necesita la confianza de los inversores mundiales para prestarle dinero para financiar esa deuda. Los bancos británicos intermedian esa deuda.
Así que una huelga de compradores, por no hablar de una oleada de ventas de los activos británicos, pone en peligro la economía y el sistema bancario británico.
Eso es importante, ya que tres de los 30 bancos que están en la lista de los reguladores como de importancia sistémica a escala mundial, HSBC, Barclays y el Royal Bank de Escocia son británicos, mientras que otro, el Banco Santander, tiene importantes operaciones en el Reino Unido.
Eso significa que los problemas en la banca británica pueden propagarse rápidamente si los inversores pierden confianza en el sistema. Y ese es el mecanismo de transmisión que provoca un escenario de pérdida de confianza de pesadilla.
Luego está Italia.
El sistema bancario italiano está al borde del precipicio. Monte Paschi de Siena es a la vez el banco más antiguo del mundo y la institución de mayor perfil de riesgo. El precio de sus acciones se ha desplomado bajo el peso de la morosidad y el BCE ha añadido más problemas diciendo que tiene que recortar una gran parte de esos préstamos.
Pero en el mundo posterior al Brexit, con democracias fracturándose y con la vista puesta en el próximo referéndum, el primer ministro italiano Matteo Renzi no puede mantenerse al margen y dejar que el banco colapse.
Así que está enfrentado con Bruselas y el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, que quiere un control más centralizado y leyes en torno a la deuda pública y el déficit. La ley impide a Renzi que apruebe un rescate financiado por los contribuyentes.
El banco más grande de Italia, UniCredit, corre el riesgo de ser arrastrados por el sistema. Y sí, UniCredit también está en la lista de los bancos de importancia sistémica a escala mundial.
Tal vez Renzi pueda actuar mientras Weidmann está ocupado por su propia casa. La semana pasada, el FMI calificó al Deutsche Bank de Alemania, como el banco más sistémicamente peligroso del mundo.
La confianza es frágil en las finanzas. 2016 ha sacudido la confianza del mercado. El Brexit puede derivar desde un problema político-económico a un problema de confianza en el sistema bancario del Reino Unido.
A partir de ahí sólo queda un paso a una crisis bancaria más amplia en la que los gestores de riesgos de todo el mundo querrán vender activos y elevar su liquidez con el fin de reducir su riesgo.
Individualmente eso tiene sentido. Pero como vimos en 2008 provoca una crisis. No es de extrañar que los banqueros estén empezando a preocuparse de nuevo.»
Fuentes: Greg McKenna colabora en Business Insider Australia. Fue ex jefe de estrategia de divisas de Westpac y NAB.
Carlos Montero
La Carta de la Bolsa
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